Hoy no escribiré

Estoy decidido, hoy no escribiré, la tarde está demasiado hermosa como para quedarse sentado mirando solamente lo que el tamaño de la mampara me permite ver hacia el exterior, además en frente hace poco demolieron y estan comenzando las excavaciones para un nuevo edificio así que el paisaje no es nada placentero como para quedarse.
Así que no escribiré, me voy de paseo.
Salgo a la calle y camino en dirección oriente hacia el parque que hay en mi ciudad, los tibios rayos de sol calientan mi espalda, debo aprovecharlos, ha comenzado el otoño y seguro serán pocas las tardes en que podré disfrutar este regalo del cielo. El paisaje ha cambiado poco, los árboles lentamente han comenzado a cambiar el color de sus hojas de verde brillante a un amarillo pálido, en breve todo estará dorado, el sol se quedará a vivir con nosotros durante el otoño, acompañará a las hojas de los árboles en su viaje de retorno a la tierra y se dormirá con ellas durante el invierno, seguro le echaremos de menos y los árboles extrañarán al sol y su plumaje verde.
Que relajo caminar, que bendición el poder observar lo que me rodea: el parque, el césped, los árboles, la gente; escuchar: el trinar de los pájaros que intentan tímidamente acercarse a los visitantes en esta tarde de sábado, escuchar el murmullo de las parejas que como siempre se hacen invisibles a los ojos de los demás y se declaran su amor con caricias y besos interminables; percibo el aroma que emana del carro del vendedor de confites y añoro por un momento mi niñez; el olor a prado recién cortado me invita a tenderme por un momento, hace cuánto que no sentía la frescura de la grama en mi piel. Me tiendo de espaldas y observo el cielo, el poco que dejan ver los frondosos árboles que hay a mi alredor y que desde hace no se cuantos años están tratando de tocar las nubes, tocar las nubes? no serán sus brazos extendidos en señal de adoración hacia el Dios que los creó?
Cierro mis ojos, extiendo mis brazos en comunión con la arboleda del parque y en silencio agradezco por lo que tengo. Vienen a mi los versos del salmista ....."qué es el hombre para que tengas de él memoria....", y la respuesta viene como un bálsamo sobre mi espíritu: "eres mi hijo... y te amo".
Una lágrima tibia que se escapa de mis ojos me vuelve a la realidad. La brisa está más fresca. Del sol ya se perciben los últimos rayos. Está atardeciendo y es hora de volver.
Vuelvo agradecido, en el parque pude sentir que aun estoy vivo.
2 Comments:
Que envidia po shure!
ojalá acá ubiese aunque sea un pedacito de cesped y un arbolito al lado! pero no!! y allá hay tanto que apenas te dejan ver el sol! bueno solo hay que trabajar y esperar.
Ese mismo día, en ese mismo atardecer y el mismo parque..., pasé rauda y veloz, pensando en las miles de cosas que aún falta por hacer antes que se termine el corto fin de semana...
Ahora ya en la oficina te leo y te sigo en tu paseo y siento el sol, la brisa y veo los árboles y me relajo y rápidamente paso de una dimensión a otra y mi mente viaja y me voy lejos ... Amo ese parque, caminar en el otoño y sentir como se rompen las hojas secas al pisarlas, sentarse en esos pradros verdes a leer al solcito tibio o simplemente a contemplar los viejos y altos árboles...
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